sábado, 21 de febrero de 2009

Se han definido 8 tipos de soledad que podrían llegar a sentir los abandonados en etapa de duelo.
1. Extrañar a la persona en concreto
2. Extrañar el hecho de sentirse queridos.
3. Extrañar la posibilidad de querer a alguien
4. Extrañar una relación profunda.
5. Extrañar tener a alguien.
6. Extrañar la satisfacción de ir acompañados.
7. Extrañar la vida sexual.
8. Extrañar las amistades en común.

Muchas mujeres fueron educadas para idealizar el amor, y siempre dependieron del hombre para subsistir psíquicamente. La psíquica continúa, por lo que no pueden evitar sentirse desamparadas cuando pierden al compañero.
Un hombre que pierde a su mujer puede sentirse desconsolado, pero difícilmente desamparado porque las mujeres estructuran su subjetividad en torno de los vínculos, mientras que los hombres la construyen en torno de su trabajo.
Si las mujeres y los hombres hicieran suya la frase:
"Yo soy yo y mi circustancia"

Ellos dirían de si mismos:
"Yo soy yo y todo lo que sé hacer".

Las mujeres dirían en cambio:
"Yo soy yo y todos aquellos a quienes amo".
Esto de "yo no podría soportar que vos te fueras" es la misma historia de "yo nunca voy a poder dejar de fumar" y "nunca voy a poder hacer una dieta para adelgazar".
Mientras YO me crea que NUNCA podría, SEGURO que no voy a poder.
Si yo me creo que no voy a poder soportar tu ausencia, si me creo que no puedo seguir sin vos, si me convenzo de que mi vida ha terminado, es posible que todo eso suceda.
Y pongo siempre el mismo ejemplo: una cosa es estar juntos y conectados, en una relacion de pareja donde él o ella pueden irse, acercarse o quedarse y yo puedo también hacer lo propio, y otra cosa es estar enganchados.
Engancharse no es estar juntos, porque no sirve para conectarse con el otro, sino para tironear, para retener, para atrapar al otro y que no se pueda ir. Para escaparse va a tener que lastimarse y lastimarme, porque estamos atrapados.
Esto no es estar juntos ni tiene que ver con amor. Esto es un disfraz de la manipulación y del intento de controlar tu vida.
Y a pesar de la gravedad de este planteo, nos seducen estas situaciones de control, nos encanta tener estos vínculos "seguros", vivimos de alguna manera viendo cómo hacemos para tener al otro atrapado, para que el otro no se escape, para que no se vaya, y dimensionamos las relaciones de pareja como relaciones en las que
"Los dos somos uno"
"Somos una sola carne"
"Yo para el otro y el otro para mi"
De alguna manera nos encanta este símbolo infame de nuestra condena al sufrimiento garantizado, que es
"No puedo vivir sin vos"
¡Qué pesado que suena!
Un poco mas tibio pero igualmente condicionante es
"Me hacés tan felíz"
Y yo digo siempre: no acepten, porque si aceptan tener ese poder van a tener que aceptar
"Me cagás la vida"
Pero lo cierto es que no tenés ese poder, nunca lo tuviste, aunque yo quisiera concedértelo. Me puede lastimar algo que me hagas, algo que digas, eso sí, ¿pero hacerme sufrir?, la verdad que no.
¿Qué puede hacer el otro?
"Puede hacer todo lo que a mí no me gusta"
Muy bien, bárbaro. Pero si hace todo lo que a mí me disgutsa, ¿para qué me quedo?
"Me quedo porque lo quiero"
Bueno, si vos te quedás porque lo querés, ¿es el otro el que te está haciendo sufrir?
De ninguna manera.
Entonces digo soy yo que me hago sufrir. Claro que sí. Y posiblemente no sea sólo yo, pero seguro que tiene que ver más conmigo que con vos.
Y lo que tiene que ver más conmigo que con vos es aquello que al principio llamamos el "sistema de creencias" de cada uno.
Si me creo que para ser felíz vos tenés que hacer tal cosa y tal otra.
Que para ser felíz vos tenés que conducirte de tal manera.
Que para que yo sea felíz vos no tendrías que decir tal cosa o tal otra.
Que para que yo no sufra vos deberías querer exactamente lo que yo quiero.
Y que no tendrías que querer ninguna otra cosa, porque si vos querés alguna otra cosa en un momento que no es el momento en que yo lo quiero, entonces yo sufro por tu culpa.
Y si no tenés el poder de hacerme sufrir mientras estés conmigo, menos aún tendrás el poder si nos separamos.
Pero no me voy, me quedo.
¿Para qué me quedo?
Para cambiarte.
Para conseguir que seas diferente.
Para lograr que quieras exactamente eso que yo quiero.
Y sobre todo porque no soporto la idea de perderte.
Eso. Para no perderte, te voy a cambiar.
Lo cual significa en la práctica primero martirizarte y después de todas maneras perderte. Dos dramas al precio de uno.

domingo, 15 de febrero de 2009

domingo, 1 de febrero de 2009